Capítulo 2 –
Soledad
El humo proveniente de su boca se expande por la atmósfera.
El cigarrillo se desvanece en cenizas. Su cabello castaño ondulando sigue la
corriente del viento. Soledad es una chica de dieciocho años irónicamente amante
de la compañía. Soledad se encuentra fuera de la entrada de su casa. Apaga su
cigarrillo y entra al hogar a buscar sus llaves y un poco de dinero. Luego se
va al supermercado. El aroma a frutas se extiende por sus fosas nasales.
Observa los cajones de vegetales recién traídos, algunos de ellos están
cubiertos por una fina capa de tierra. De pronto, Soledad que es vegetariana
mira hacia la carnicería. Observa a los nueve clientes esperando para comprar
“cadáveres” y se exaspera. La mirada del carnicero es vacía. Vuelve su mirada a
la verdulería, recoge dos plantas de espinacas y las paga. Luego se va a su
casa. Una vez allí, deja las plantas en la mesada y entra a su habitación. Se
queda un rato de pie, quieta, y mira
detenidamente varios afiches pegados en la pared por encima de su escritorio
lleno de más apuntes. Soledad tiene un proyecto que finalizar hace tiempo.
Junto a diez amigos suyos tiene la idea de liberar un ganado de vacas antes de
que estas sean asesinadas. A pocos días de que el plan se lleve a cabo, ella tiene
pensado ir mas allá de solo liberar a las vacas. Soledad sonríe maliciosamente.
Llegado el día, ellas y sus amigos se encuentran en la sala
de estar.
-Voy a la cocina a buscar algo y vuelvo. –Les hace saber.
Camina hasta la cocina y cierra la puerta. Con pasos sordos
llega a la mesada, abre un cajón y quita el cuchillo más filoso que hay ahí. Lo
guarda dentro de su pantalón en la parte trasera. Cierra los ojos y suspira.
Una vez hecho eso transforma su mirada a una más vacía, como la del carnicero.
Soledad vuelve con sus amigos.
-Vamos chicos, ¡es hora de desatar vacas! –Ríe Julián.
Todos se suben a una camioneta con gran espacio trasero,
además de detrás está enganchado un tráiler. Dos chicos se suben a la parte
delantera mientras que el resto en el baúl. El copiloto tiene el GPS activado
en su celular y se dirigen a la misma ruta por la que hoy va a pasar un camión
con veinte vacas aproximadamente.
Ya hace media hora que están viajando. Enseguida se puede ver al
camión aproximarse en dirección contraria. El conductor observa que no haya
ningún auto por detrás y gira bruscamente el volante para cortarle el paso al
camión. La camioneta frena a toda velocidad causando un chirrido molesto y
haciendo que la parte trasera se eleve un poco. El conductor enemigo los
insulta y les hace señas. Siete de los chicos se bajan para abrir con un fierro
el portón que mantiene en cautiverio a los animales. Una vez abierto el porton,
los muchachos entran dentro y arrastran a las vacas por una rampa, luego las
empujan para que la mitad suba a la parte trasera de la camioneta y la otra
mitad al tráiler.
Mientras tanto, Soledad en cuanto ve a sus compañeros
ocupados, corre desapercibidamente a la parte delantera del camión, se sienta
en el lugar del copiloto y observa al conductor.
-¿Qué mierda hacen pelotudos? – Le pregunta el camionero
enojado con una voz gruesa y rasposa.
Soledad lo mira como si él fuera el culpable de la matanza de
tantos animales. Sin pensarlo, lo acuchilla. Una vez en el abdomen y otra en el
pecho. Soledad suelta el cuchillo. Sus manos comienzan a temblar. Empieza a
tiritar. Sus ojos se cubren de lágrimas. “¿Qué
hice?” Sus ojos están muy abiertos y su boca apenas abierta. Su amigo que
se encarga de conducir, la ve y va corriendo hacia ella.
-Sole, ¿Qué haces ahí? – Le pregunta a lo lejos. Cuando se
acerca más, ve al conductor agonizando.
-¡Soledad! ¡¿Qué carajo hiciste?! ¡¿Estás loca?! –El chico, Cristian le grita todo eso y se sube al camión. Agarra de los hombros a Soledad
y la aparta.
-Dios mío, dios mío. –Cristian primero acerca sus manos
amagando a tocar al ya muerto hombre, pero no se anima y las coloca sobre su
cabeza. -¿Qué vamos a hacer? –Su voz tambalea.
Todo el resto de chicos se acercan preocupados. Al ver la
escena, la mayoría de ellos se ponen nerviosos.
-¡Vamos! ¡No podemos quedarnos acá! Suban a la camioneta.
Soledad anda adelante. Vos Cristian subí al tráiler con las vacas. – Les grita Julián.
-¿Y…y qué hacemos con... con él? –Pregunta Estefanía tiritando
señalando al muerto.
-Lo dejamos ahí. Vamos, conduzco yo.
Julián arranca la camioneta y se van de la ruta solitaria.
Pronto, encuentra una desviación a la derecha y gira hacia ahí. Según los mapas
faltaría poco para llegar al lugar donde planearon ir desde un principio. Las
vacas comienzan a inquietarse. Los chicos que están a sus lados se ponen de pie
y tratan de calmarlas. Las ruedas de la camioneta levantan tierra por la
velocidad. Algunos chicos tosen a causa de esto y entrecierran los ojos.
-Chicos, llegamos. Bajen a las vacas. –Toma el mando Julián.
Mientras que Soledad se queda sentada en el asiento de
adelante, los demás ayudan a bajar las vacas. Donde se encuentran es un lugar
desolado, están por encima de una colina. El césped es verde claro, sin yuyos
ni pasto seco. Una vez que las vacas están sobre el césped, los chicos empiezan
a armar carpas para acampar ahí.
Cristian se acerca a Julián y lo interroga - ¿Qué pensás hacer?
¿Vas a ignorar lo que pasó? ¿Sabías que la policía nos va a encontrar, no?
-Cállate.
-¡No seas pelotudo! No quiero estar acá cuando venga la cana.
-Entonces ándate, sos libre.
-¡No! Hay que hacer algo. Loco, ¡reacciona! –Cristian lo
agarra de los hombros a Julián bruscamente.
-¡Basta! –Julián lo empuja y se aleja.
-¡No pretendas que nada pasó! –Le grita.
A la noche todos se reúnen alrededor de una fogata. Todos
están nerviosos y a la espera de la ley. Soledad está sentada abrazando sus
rodillas, observando fijamente el fuego. Los que menos conocen a Soledad tratan
de evadirla y sentarse lejos de ella por miedo.
-Sos una hipócrita. –Dice Estefanía.
Soledad la mira.
-¿Te quejabas de la matanza animal y matas a un humano? Hipócrita.
-Cállate Estefanía. –Le dice Julián.
-¿Que me calle? – Estefanía ríe sarcásticamente. –No querés
asumir nada porque Soledad te gusta hace añares.
-¿Qué mierda tiene eso que ver? No es momento para pelearnos.
Hay que hacer algo. –Dice Julián sonrojado.
-¡Bravo! Por fin te das cuenta de que hay que hacer algo.
–Aplaude Cristian.
-Deja de joder Cristian. Estoy tratando de ver las cosas con
claridad. Nos vamos a quedar un tiempo acá hasta que todo se calme.
-¿Esa es tu idea de hacer algo? Tenemos que rajar de este
lugar.
-¡Qué fácil! Maravillosa idea. ¿Y las vacas?
-¡Ya no importa pelotudo! Estamos todos involucrados con un
homicidio.
-Sos un cobarde. ¿Tenés miedo? Andate, sos libre.
Cristian se levanta, agarra su mochila y se va caminando
hacia el norte. Soledad está en pánico.
-Chicos, no puedo. Es mi culpa. Perdón, perdón, perdón. Yo
soy la que tengo que hacer algo.
-¿Qué querés decir?- Le pregunta Estefanía.
-Me voy a entregar.
-¡No! ¡No seas estúpida! Tiene que haber otra forma.-Grita Julián.
-Basta Julián, deja de tratar de protegerla. Es una asesina. –Dice
Estefanía nerviosa.
-Vos cállate. Sole anda a acostarte en el tráiler y pensá
bien que vas a hacer. –Dice Julián un poco más calmado.
-Sos un estúpido. –Finaliza Estefanía.
Soledad se levanta y se sienta en el tráiler. Se queda un rato
sentada apoyando su cabeza el lateral del tráiler. Saca su celular del bolsillo
y para distraerse empieza a leer un blog que le gusta mucho llamado “Derecho a
la verdad” creado por Leonardo Salamone. En su cabeza habia quedado vagando un mensaje que el creador de la pagina le habia mandado hace un par de semanas.
Recuerda el mensaje y lo abre para releerlo.
Recuerda el mensaje y lo abre para releerlo.
“Hola Soledad, soy Leonardo. He visto que seguís el blog
desde el principio y que sos muy fiel a este. Tu cuenta también está comprobada
así que pensé, ¿Por qué no? ¿Qué dirías si te invito a formar parte de una red
de vándalos? Y esto no es mentira. Si aceptas te espero en donde quieras. Pásame
la dirección y al rato llego.”
Soledad normalmente hubiese ignorado un mensaje de una
persona como Leonardo pero si no se entrega a la policía, esta es la única idea
que se le ocurre. Irse y dejar a sus amigos libres. Sole se acerca a sus
compañeros y les hace saber sobre esto.
-Estas ciega Sole. Tenés que ver con claridad, no podes irte.
–Dice Julián muy triste.
-No, no. Déjala que se vaya, nos haría un favor. Nosotros no
somos cómplices ni nada. – Da su opinión Estefanía.
-Pero…-Trata de hablar Julián con voz baja.
-Pero nada, me tengo que ir cuanto antes. No sé por qué hice
eso. Adiós a todos. – Soledad con lágrimas cayendo por sus mejillas saluda a
todos los demás. Julián la abraza y le desea suerte.
Soledad se va caminando por el lado contrario al que se fue
Cristian.
Tiempo más tarde cuando Soledad ya está lejos de la colina. La
policía encuentra a sus amigos. El radar que estaba en la ruta pudo captar lo
que paso además que la evidencia de las vacas en el lugar era más que
suficiente. Los oficiales de policía arrestan a los chicos y los llevan a la
comisaria. Todos son acusados de vandalismo y complicidad con un homicidio.
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